Si hubo algo que nos acompañó durante todo el viaje a México fue el calor constante y el sol golpeando directo en nuestras cabezas. Pero hubo un lugar que se destacó, y me atrevería a decir, que fue el único donde hasta lo sufrí por momentos (no me suele molestar el calor). Ese lugar fue Tulum.
Para este día optamos por una opción desconocida hasta ahora para nosotros, que fue alquilarnos un auto. Salimos tempranito con ela ire acondicionado al mango, el mate bajo el brazo y partimos con mucha ilusión. Creo que lo aprovechamos bastante bien para recorrer todo el sureste de la Riviera, aunque si hubieran hecho 10 grados menos seguro que hubiéramos seguido dando vueltas hasta bien cerrada la noche.
La llegada a Tulum nos encontró paseando por el camino que lleva a las ruinas. En ese camino descubrimos unas papas fritas picantes de lo más ricas. Y con eso en mano nos dirigimos hacía una exhibición de voladores de Papantla que estaba por empezar. Recibimos la invitación de los artistas a tomar asiento para verlos, pero al momento de colaborar ellos sintieron que nuestro aporte (2 dólares) no era suficiente por lo cual optaron por echarnos del show.
Como no teníamos más efectivo (y después de un pequeño intercambio de opiniones con ellos) nos fuimos.
Un mal comienzo sin dudas, pero optamos por no hacernos mala sangre y seguir a lo que íbamos a buscar…. Las ruinas!!!
La entrada a las ruinas sale 12 dólares y a diferencia de la creencia de muchos no hay forma de llegar a las ruinas (salvo por agua) si no es por la entrada oficial.
El lugar es el típico recorrido en donde se encuentras todas las facilidades en la entrada (baños, bebidas, snacks, etc) y luego los caminos casi “al natural” que recorren las ruinas de forma ordenada pero sin perder demasiado la belleza de las mismas.
El sitio arqueológico es muy agradable, está muy lejos del esplendor de Chichen Itzá, pero es una visita más que recomendada (a una hora de Playa del Carmen y dos de Cancún).
El plato fuerte a mi gusto fue el castillo, que es pequeño pero impone con sus escaleras frontales.
La bajada a la costa se me hizo pequeña, no sé si porque la marea estaba muy alta, pero había muy poco espacio y las vistas de las ruinas arriba no se apreciaban demasiado (algo muy clásico cuando uno ve “postales” de Tulum antes de ir).
El agua tampoco colaboró mucho ya que fue el lugar donde más acumulación de algas hubo. Una barrera gigante de ellas se interponía entre la costa y el oleaje (que no paraba de apilarlas y revolverlas). Pero estábamos ahí donde siempre quisimos estar justo parados frente al mar con la vista de las ruinas en la playa y una explosión de nubes en el cielo.
Como contaba al principio el calor tan extremo (no hay casi reparo al sol y donde había se acumulaba demasiada gente) no me dejó disfrutar la totalidad del paseo, calculamos que fue el día mas caluroso de todas las vacaciones, que digo de las vacaciones…. DE LA VIDA!!! jajajjaa. Pero de todos modos quedé convencido de que Tulum es un lugar distinto en el mundo por su combinación de ruinas y playa. Tal vez volvamos en invierno 😛
Realmente es un lugar impactante! Lástima la mala onda de los voladores 😛
Y un viajecito en invierno no es mala idea =D